Desde los primeros teóricos del estudio de la emoción, se ha sabido que las situaciones con mucha carga emocional se recuerdan mejor que las situaciones neutras. Autores como Larry Cahill y James L.McGaugh sugieren que los acontecimientos emocionalmente activadores y estresantes aumentan la memoria al poner en marcha sistemas que regulan el almacenamiento de la información que se está adquiriendo, esta hipótesis se conoce como hipótesis de la modulación emocional de la memoria, que enfatiza el papel de la amígdala en la facilitación del proceso de consolidación de la memoria en otras regiones del cerebro después de que la situación emocional haya tenido lugar. La influencia de tres sustancias (adrenalina, noradrenalina y glucocorticoides) sobre la amígdala parece resultar primordial para la modulación del almacenamiento de la memoria en la corteza, afectando a los procesos de consolidación de la memoria en curso.
Los efectos del estrés sobre la memoria dependen de su magnitud y duración. Ciertos niveles de estrés en momentos puntuales pueden facilitar los procesos mentales de aprendizaje y memoria. No obstante, si aumentamos la duración y magnitud del estrés, éste puede ocasionar modificaciones en los mecanismos de plasticidad sináptica, cambios morfológicos en el cerebro e incluso la muerte celular y la supresión del nacimiento de nuevas neuronas.
Para adaptarnos a nuestro entorno hemos de ser enormemente flexibles y capaces de modificar nuestras pautas en función de lo que nos vayamos encontrando. Los circuitos cerebrales pueden verse modificados como resultado de la experiencia. Esta capacidad de cambiar el cerebro es más notable e importante durante unas ventanas temporales denominadas períodos críticos y se denomina neuroplasticidad.
Durante los estadios iniciales del desarrollo resulta muy maleable y susceptible a la reorganización estructural y funcional, pero a medida que avanzamos en su desarrollo nos cuesta más modificarlo. No obstante, un cerebro adulto es capaz de aprender cosas nuevas todos los días. Asimismo, cuando experimenta una lesión, también puede reorganizarse para minimizar los efectos de ésta.
El entorno modifica nuestro comportamiento, puesto que cambia nuestro sistema nervioso. Los mecanismos por los que las experiencias cambian nuestra conducta se encuentran íntimamente relacionados con el aprendizaje, proceso por el cual adquirimos nueva información o conocimiento. La memoria constituye el proceso por el que este conocimiento es codificado, almacenado y, más tarde, recuperado.
En la formación de la memoria podemos distinguir tres estadios:
- La adquisición de información por medio de los sentidos.
- Proceso de consolidación: se produce la actividad neural necesaria para fijar las asociaciones establecidas durante el aprendizaje. Hasta que esas asociaciones no son fijadas, la memoria es susceptible de disrupción.
- Recuperación: reactiva las memorias almacenadas para que puedan ser usadas como guía de la propia conducta.
El hipocampo es muy sensible a las hormonas del estrés, su sobreexposición a estas hormonas presenta un claro efecto tóxico, todos los episodios estresantes que han tenido lugar a lo largo de nuestras vidas pueden haber aumentado la probabilidad de que suframos problemas de memoria durante el envejecimiento.
Estudios de neuroimagen han mostrado la presencia de atrofia hipocampal en asociación con el estrés y con las alteraciones cognitivas y psiquiátricas relacionadas con los glucocorticoides.
La adquisición y la consolidación de memorias con un alto contenido emocional o de situaciones estresantes para la persona están moduladas por los glucocorticoides, estas hormonas regulan la funcionalidad del glutamato en los procesos plásticos de consolidación de la memoria.
Los glucocorticoides no solo afectan al aprendizaje y a la consolidación de la memoria sino también a los procesos de recuerdo y recuperación de la información.
Fuente: Estrés y cerebro, Diego Redolar Ripoll, Universitat Oberta de Catalunya.
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