El proceso de crecimiento requiere energía, varias hormonas poseen la función de movilizar la energía y los materiales necesarios para la expansión del cuerpo. El hipotálamo libera dos hormonas que regulan la secreción de la hormona del crecimiento (GH): la hormona liberadora de la GH (GNRH) y la hormona inhibora llamada somatostina.
La fluctuación normal del nivel de GH depende de la integración de las señales cerebrales de estimulación por parte de la GNRH con las señales de inhibición por parte de la somatostatina.
La GH controla el proceso del crecimiento actuando directamente sobre las células del cuerpo y activando la secreción de somatomedinas para que éstas fomenten la división celular. Las hormonas tiroideas (T3 y T4) activan la secreción de GH y hacen más sensibles los huesos frente a la acción de las somatomedinas. Los estrógenos contribuyen al crecimiento de los huesos largos y aumentan la secreción de GH. La testosterona, del mismo modo que el estradiol, facilita el crecimiento de los huesos largos y potencia el crecimiento muscular.
Apartir de la adolescencia es cuando dejamos de crecer, dado que los finales de los huesos largos se acoplan y se comienzan a ligar. De todas formas, de forma paradójica se ha podido comprobar que la administración de testosterona durante la adolescencia reduce la estatura y su ausencia la aumenta.
Al inicio de la respuesta de estrés se elevan los niveles de la GH, dado que esta hormona puede contribuír a la movilización de energía y esto resulta adaptativo en un escenario de emergencia.
Las somatomedinas median la acción de la GH sobre el crecimiento, si nos cargamos las somatomedinas bloqueamos el efecto de la GH sobre el crecimiento y la podemos utilizar únicamente para movilizar energía.
El estrés reduce los niveles de somatomedinas y la sensibilidad de los tejidos a éstas. Este sistema es limitado en el tiempo ya que el organismo sólo puede utilizar la GH durante cierto periodo para movilizar energía sin potenciar el crecimiento y la división celular, por este motivo, los niveles de GH se reducen cuando la respuesta de estrés perdura.
El estrés a largo plazo aumenta los riesgos de osteoporosis y puede causar atrofia esquelética.
El estrés también puede afectar a la reparación de tejido óseo ya que las hormonas de estrés alteran el tráfico de calcio, imposibilitan la renovación ósea y los glucocorticoides inhiben el crecimiento de nuevos huesos.
Un ejemplo de cómo afecta el éstres al crecimiento es un estudio llevado a cabo en dos orfanatos estatales alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Dos grupos de niños estaban bajo la supervisión de dos cuidadoras diferentes. Una de ellas tenía mucho contacto afectivo con los niños mientras la otra reducía al máximo el contacto, limitándose a resolver las necesidades biológicas. El estudio demostró que los niños de la primera cuidadora tenían un índice de crecimiento muy superior a los niños de la segunda. Este estudio nos muestra que la atención que un niño recibe puede ser algo muy importante para su desarrollo normal y su crecimiento corporal.
Son diversos los trabajos en animales que han demostrado que la privación maternal provoca modificaciones a largo plazo en los animales cuando éstos son adultos, ante la presencia de un agente estresante liberan mayor cantidad de glucocorticoides que otros animales y presentan una peor recuperación cuando el agente estresante ha desaparecido.
De forma añadida, Lu et al. demostraron en el año 2003 que el aislamiento social llevado a cabo en crías de rata disminuía el nacimiento de nuevas neuronas.
La estimulación táctil activa por parte de una madre hacia sus crías hace que presenten unos niveles de GH adecuados mientras que, una separación prolongada de las madres puede incluso aumentar el riesgo de sufrir depresión en la edad adulta .
El estrés puede afectar a factores neurotróficos que desempeñan un papel cardinal en el desarrollo del cerebro, en el tropismo de redes neuronales específicas implicadas en funciones cognitivas, en el procesamiento de la información emocional y en el estado de ánimo. El estrés generado por deprivación maternal puede afectar a los niveles de estas neurotrofinas.
Hay numerosos datos que ponen de manifiesto la gran valía de las relaciones sociales en la edad adulta y la importancia que cobra el contacto y el apego en las primeras etapas del desarrollo. De hecho, personas con un menor número de relaciones sociales presentan más probabilidades de fallecer que aquellas que gozan de numerosas relaciones
La nutrición también es importante, supongamos que estamos en 1938, en plena guerra civil española, una mujer embarazada ha quedado aislada en un pequeño pueblo con dos criaturas de tres y seis años. Su marido ha muerto en combate y ella se encuentra en la estresante situación de estar al frente de una familia y proporcionar unos cuidados básicos cuando el acceso a nutrientes mínimos es casi imposible. La cansada mujer no puede ingerir las calorías necesarias y el feto en formación tampoco. Si finalmente la mujer puede llegar a dar a luz, el recién nacido habrá desarrollado un sistema metabólico ahorrativo. Esto significa que cuando la hambruna no está presente y los recursos alimenticios estén a su alcance sin restricciones, tendrá un mayor riesgo de obesidad y presentará más posibilidades de padecer enfermedades cardiovasculares y de sufrir diabetes.
En el caso de las dietas, se ha comprobado en observaciones clínicas de pacientes que había perdido peso significativamente durante un programa de dieta, una vez terminado el programa, si pasaban por una situación de estrés ingerían grandes cantidades de alimento, volviendo a su peso inicial o incluso superándolo.
Fuente: Estrés y cerebro, Diego Redolar Ripoll, Universitat Oberta de Catalunya.
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