domingo, 8 de diciembre de 2013

ESTRÉS Y ENFERMEDAD

El estrés depende no solo de los parámetros físicos de la estimulación ambiental, sino sobre todo de cómo el organismo percibe y reacciona ante dichos estímulos y esto, en última instancia, depende de nuestro cerebro.
Por ejemplo, muchas personas sienten ansiedad o miedo al tener que hablar en público, sin embargo otras pueden encontrar placentera esta actividad.
Debemos tener en cuenta que no hay un único estado fisiológico que sea específico del estrés. Está ampliamente aceptado que una elevación de los niveles de corticoides (en especial el cortisol) es un indicador del estado de estrés, pero muchas actividades placenteras como comer, hacer ejercicio o el sexo aumentan los niveles de estas hormonas.
Por otro lado, la percepción de control que tenemos del agente estresante parece tener una profunda influencia del impacto de una experiencia aversiva sobre la conducta y fisiología de un organismo.
El elemento de control (y del concepto relacionado de predictibilidad) resulta cardinal para la determinación de la magnitud de la respuesta de estrés y la susceptibilidad de que ese estrés pueda generar secuelas conductuales y fisiológicas sobre el individuo.
Para que el estrés tenga consecuencias sobre la salud, la experiencia deberá ser percibida como aversiva (el sujeto evitaría o atenuaría, si tuviera la oportunidad, la intensidad del agente estresante). 



En la vejez hay una tendencia a presentar un nivel elevado de glucocorticoides en sangre que parece derivarse de una alteración en la regulación de la retroalimentación negativa del eje HPA que queda relacionada con la muerte neuronal en el hipocampo. Estas sustancias pueden destruir a las neuronas del hipocampo, deteriorando todavía más el sistema de control del eje endocrino y acelerando el proceso de envejecimiento.
En los años sesenta, Robertson y Wexter relacionaron los altos niveles de cortisol en los salmones maduros con la importante degeneración en diferentes órganos y glándulas del animal:

Los niveles excesivos de glucocorticoides pueden inducir una degeneración sistémica general, lo que implica en última instancia, una muerte programada.
Maldonado et al. demostraron en el año 2000 que estos salmones mostraban en sus cerebros importantes acúmulos de una proteína que resulta característica de la enfermedad de Alzheimer: la proteína β-amiloide.


NUTRIENTES Y ESTRÉS

Cuando ingerimos los alimentos, los nutrientes son almacenados y movilizados (encaso de necesitar energía)
de manera diferencial:
- las proteínas se almacenan como tales, pero en una situación estresante son movilizadas como aminoácidos.
-el almidón, los azúcares y otros carbohidratos son almacenados como glucógeno en los músculos e hígado pero se movilizan en forma de glucosa ante una situación de emergencia.
-las grasas se almacenan como triglicéridos, pero ante la respuesta de estrés se movilizan como ácidos grasos y otros compuestos.
-la mayor parte de las reservas energéticas de nuestro cuerpo se almacenan como grasas (triglicéridos) y una pequeña cantidad lo hará como glucógeno o proteínas.

En una situación de estrés:



Durante el estrés, la insulina es inhibida dado que estimula el almacenamiento de los ácidos grasos como triglicéridos y de los aminoácidos como proteínas. No obstante, siempre puede quedar algo de insulina en circulación y por ello los glucocorticoides inhiben el transporte de los nutrientes a las células adiposas.
Una señal local facilitaría la derivación de los recursos energéticos de los músculos en reposo y de las células adiposas a los músculos que se encuentran activos.
Todos estos mecanismos funcionan perfectamente cuando tenemos que movilizar grandes cantidades de energía para dar una respuesta puntual a un hecho que la requiere, pero ¿qué sucedería si siempre operásemos de esta forma? en resumidas cuentas facilitaríamos una resistencia a la insulina.

El estrés crónico al movilizar de forma continua la glucosa y los ácidos grasos, al bloquear la secreción de insulina y hacer las células adiposas menos sensibles a ésta, va minando nuestro sistema metabólico situándonos en una posición de riesgo para contraer diabetes.  

ESTRÉS Y ÚLCERAS DE ESTÓMAGO

En la respuesta de estrés, disminuye el flujo sanguíneo que llega al estómago para poder suministrar oxígeno y glucosa a otras partes del cuerpo. La respuesta de estrés parece afectar a la sobreproducción de ácido clorhídrico e el interior del sistema gastrointestinal y disminuir las defensas del estómago frente al efecto de este ácido sobre las células que constituyen sus paredes. También parece facilitar la infección por bacterias que pueden dañar las paredes del aparato digestivo.
Inicialmente se pensó que el estrés era el factor principal para explicar la aparición de úlceras gástricas. Hoy en día sabemos que una bacteria, la Helicobacter pylori, está detrás de estas enfermedades del sistema digestivo. De todas formas, parece ser que la presencia de la bacteria es insuficiente para explicar la enfermedad y que serían necesarios otros factores, el estrés podría ser uno de ellos.

Fuente: Estrés y cerebro, Diego Redolar Ripoll, Universitat Oberta de Catalunya.

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